Guanahacabibes, recorriendo el extremo occidental de Cuba.

Guanahacabibes, recorriendo el extremo occidental de Cuba.

Relato sobre la guerrilla realizada con el grupo de excursionismo La Espina, a la península de Guanahacabibes en abril de 2023, donde recorrimos dicha península en una caminata que alcanzó casi 60 kilómetros durante cuatro intensos días.

Recuerdo que fue en septiembre de 2017 cuando asistí por primera vez a una Peña del Movimiento Cubano de Excursionismo (MCE) en la entonces habitual sede de G y 21, en el Vedado Habanero. Allí alguien hizo referencia a una larga caminata de 13 kilómetros por la península de Guanahacabines, bajo el imponente sol de agosto. El relator hablaba de personas alucinando, escasez de agua, mucho cansancio y una larga carretera que debían recorrer. Yo; que nunca he sido muy amante a la exposición al sol, solo pensaba que aquel inhóspito lugar no era para mi. Pero nunca estuve tan equivocado.

Planificación y viaje

Todo comenzó a mediados de marzo, mientras conversaba con Elina (quien siempre me acompaña) sobre la habitual Guerrilla de abril, teníamos sobre la mesa dos variantes de viaje, uno era ir al Cabo de San Antonio, en el extremo occidental de Cuba y la otra subir nuevamente el Pico Turquino en la Sierra Maestra. Nuestra decisión fue entonces por la primera opción, algo que teníamos pendiente desde hace tiempo y que de alguna manera la pandemia de COVID 19 había impedido.

Luego de varias semanas de planificación, el 22 de abril de 2023 partimos 14 excursionistas hacia la provincia de Pinar del Río, donde se nos sumaría Carlos, un miembro del grupo residente en dicha ciudad. Esa misma tarde sobre las 15:00h y luego de recorrer más de 280 kilómetros por carretera, llegamos a la Bajada, un pequeño caserío que se encuentra en la entrada del Parque Nacional Guanahacabibes.

Al llegar debíamos contactar con las autoridades del parque, pues mientras planificábamos el viaje tuvimos que pedir los permisos pertinentes para poder acceder al área protegida. Gracias a Lázaro Márquez, director del parque, quien nos brindó todo su apoyo para que pudiéramos llevar a buen término nuestra aventura.

La Bajada

Una vez hechos todos los contactos, nos dispusimos a levantar nuestro campamento, que concebimos justo al lado de una piscina natural, en la que la fauna marina gozaba de gran diversidad. Erizos de espinas de veinte centímetros, peces de una amplia gama de colores, corales, y hasta una joven picúa que custodiaba el centro de aquel pequeño paraíso.

Guanahacabibes - La Bajada

En la noche, nuestras tiendas de campaña recibieron la visita de una avalancha de cangrejos (Gecarcinus ruricola), que en esta época del año hacen una larga peregrinación desde el monte hasta la costa para aparearse y desovar. Y que además, nos acompañarían durante gran parte del recorrido por toda la Península de Guanahacabibes.

La Bajada es un pequeño caserío de unas veinte casas que se encuentra en el extremo este de la Bahía de Corrientes. Conversando con algunos pobladores nos enteramos que el suministro de agua en la zona es por pipas, es decir, en aquel lugar no hay disponibilidad de agua potable de manera natural o por abasto por tuberías. Cada semana llega uno de estos camiones cisterna y suministra el agua a los pobladores. No obstante, la amabilidad se impone por estos lares, y los lugareños a los que les pedimos agua para cocinar esa noche, nos la brindaron con mucho amor, a lo que estamos muy agradecidos.

¡Esa noche nos dimos un banquete de espaguetis y cielo estrellado!

Finca El Verraco

Al día siguiente decidimos levantarnos bien temprano, pues nos esperaba nuestra primera jornada de caminata. Unos 15 kilómetros hasta la Finca «El Verraco», donde Luis aguardaba por nosotros, quien sería nuestro más querido anfitrión.

Este primer tramo el recorrido fue bastante noble en comparación a lo que vendría en los días subsiguientes. Hasta nos dio tiempo darnos un chapuzón en una pequeña playa, con los primeros rayos del sol.

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Al llegar a la finca de Luis, nos tomamos un merecido descanso antes de armar el campamento. Es impresionante; sobre todo para un grupo de citanidos, ver y sentir cómo en estos lugares donde la escasez de recursos se hace más notable, los lugareños se desviven por atender al forastero que llega, una señal inequívoca de que en una sociedad donde la cordialidad, la solidaridad, el humanismo y tantos valores mueren a diario, aun queda un halo de luz al final del túnel.

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Al siguiente día nos debimos levantar a las 04:00h, pues nos esperaba la caminata más larga de todas las planificadas.

Playa La Barca

Al sonar mi alarma ya Luis tenía café listo, y este fue el detonante para que el grupo no demorara mucho en salir de la comodidad de sus tiendas de campaña.

Sobre las 05:30h nos despedimos de nuestro anfitrión y antes que despuntaran los primeros rayos de sol estábamos haciendo una parada en Playa Antonio, un deseo de Claudia Damiani, pues aquí pasó varios días en temporada de tortugas algunos años atrás.

Eran poco menos de las 10:00h cuando nos encontramos una torre abandonada en el camino. En este tipo de aventuras, toda señal es un símbolo que se puede interpretar de disímiles maneras. Según mi «hoja de navegación» debíamos encontrarnos un campamento de Guarda Bosques, asumí de inmediato que este era el punto que estaba esperando hallar, pues a partir de aquí solo faltaban dos kilómetros de camino. Craso error, pues los puntos en mi mapa estaban mal ubicados.

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En efecto, dos kilómetros más adelante se encontraba la casa de los Guarda Bosques, gente muy amable que nos permitieron estar en sus predios por alrededor de una hora, colada de café incluida.

Al llegar, les comenté quienes éramos y a dónde íbamos -cuatro kilómetros, les faltan cuatro kilómetros- fue lo primero que nos dijeron.

Ese día caminamos 18.5 kilómetros, los últimos cuatro fueron los más duros, el sol hincaba fuerte. Llegamos al campamento alrededor de las 14:00h.

Gecarcinus ruricola

Como ya mencioné al inicio de este relato, en esta época del año el cangrejo negro o zombie, como también se le conoce por su aspecto algo peligroso, dado a su coloración negra con tonos amarillos y rojos, baja a las playas a aparearse y desovar a millones de crías que luego regresan al monte.

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A su vez, estos crustáceos son víctimas de depredadores nocturnos que los devoran por miles, además suelen ser aplastados por los autos que circulan por estas carreteras.

En nuestro peregrinar por toda la Península de Guanahacabibes, tuvimos la compañía de estos hermosos animales. Lo más impresionante fue ver por toda la carretera; por tramos de varios kilómetros, miles de ejemplares destrozados, cuál masacre de guerra.

Caleta del Piojo

Lugo del intenso recorrido del día anterior, nos esperaba la jornada más suave, aunque no sin sorpresas, pues estando ya a mitad de nuestro trayecto, ese día debíamos recorrer solamente 12 kilómetros hasta el campamento de Caleta del Piojo.

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Como de costumbre nos levantamos a las 05:00h y una hora y media más tarde estábamos partiendo hacia nuestro próximo destino.

Este día el camino era particularmente interesante, unos 7 kilómetros de un paisaje con una vegetación muy baja que no excedía el metro de altura, por suerte este tramo estaba al inicio del trayecto, por tanto el sol no fue un problema para poder avanzar. Luego el resto del camino era con una vegetación alta a ambos lados de la carretera

No era aun el medio día, cuando llegamos al campamento de Caleta del Piojo, pero para sorpresa nuestra el tanque de agua del campamento estaba totalmente vacío. De inmediato intenté llamar a Lázaro Márquez, pero por todo aquello no había señal telefónica. Entonces hablamos con un señor, que como Luis, trabaja en una de las fincas porcinas que existen en el parque que queda a pocos metros del campamento, pero este no resultó ser tan hospitalario como el primero. Era un viejito algo huraño, que al menos nos permitió hacer café y nos brindó unos cocos, pero nos dijo que allí no había agua para poder quedarnos, -El agua más cercana está a ocho kilómetros de aquí-, fueron sus palabras, que cayeron sobre el grupo como martillo sentenciador.

Luego de caminar poco más de cuarenta kilómetros en tres días, más el peso de las mochilas, el sol, el hambre, la sed, todo sumado provoca un cansancio mental muy grande y tomar decisiones se torna difícil, máxime cuando se trata de un grupo de personas. Así que luego de debatir sobre nuestra situación, decidimos seguir camino hasta Los Cayuelos, un asentamiento donde pernoctan algunos trabajadores de Faro Roncali y la estación meteorológica que está en el extremo occidental de Cuba, allí seguro tendríamos agua para poder pasar la noche y reabastecernos.

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Rayaba ya el medio día cuando comenzamos la marcha, a pesar de la alta vegetación de la zona, el sol caía perpendicular sobre la carretera y el calor se hacía más intenso. Habíamos caminado ya unos dos kilómetros cuando José Ernesto; para quien esta era su primera aventura de este tipo, me avisa que tenía cobertura en su teléfono. Enseguida llamé al director del parque y mientras hablaba con él sobre el asunto del agua, le hacía señas a José para que le avisara a los más adelantados que se detuvieran y comenzaran a regresar, pues todo era un mal entendido y el suministro de agua estaba a punto de llegar al campamento de donde no debimos movernos nunca.

Faro Roncali

Comenzaba nuestra último día de caminata, a pesar de todo el esfuerzo que habíamos hecho hasta el momento, el ánimo del grupo estaba muy bien. Ese día debíamos hacer una caminata de unos 10 kilómetros hasta Faro Roncali, pero habíamos coordinado con el director del parque acampar en playa El Francés, hasta allí eran poco más de 12 kilómetros.

En el trayecto visitamos el criadero de cocodrilos de Caleta Larga, un embalse natural donde se monitorea, no solo a los cocodrilos, sino a otras tantas especies que habitan este lugar.

Luego de estar casi dos horas en este fascinante paraíso, seguimos camino, pasando por Los Cayuelos, lugar donde se suponía íbamos a llegar el día anterior a causa del imprevisto del agua en el campamento de Caleta del Piojo. Allí conversamos con algunas personas que amablemente se acercaron a nosotros, pues no todos los días pasa por allí un grupo de quince excursionistas.

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Finalmente llegamos al extremo occidental de Cuba. Alcanzar esta meta fue algo grandioso para todos. Debo decir, que cuando estábamos organizando esta excursión, bien pudimos planificarla de forma tal que el recorrido fuera al revés, es decir, comenzar por Faro Roncali y terminar saliendo por La Bajada, pero no sería igual, no habría tenido ese sabor a conquista del que pudimos gozar.

Finalmente esa tarde llegamos al campamento de playa El Francés, donde pasamos dos días de pura relajación y recorriendo los alrededores.

Guanahacabibes

Guanahacabibes es un lugar especial, lleno de vida, flora y fauna. A pesar de ser algo inhóspito; pues en las tardes enjambres de millones de jejenes y mosquitos lo inundan todo y llegan a ser realmente incómodos, cautiva e inevitablemente lo lleva a uno a reflexionar sobre el entorno en que vivimos y cómo interactuamos con él.

A nuestro paso cada cosa nos llamaba la atención, el asombro inundaba a cada uno de nosotros al ver a pocos metros especies de aves y animales que a veces solo hemos visto en libros o fotos de internet.

Es imposible plasmar en estas pocas líneas, todo lo que viví esa semana en compañía de mis amigos y de un entorno extraordinario. Es verdad que caminamos mucho; pasamos sed, hambre, cada vez que llegábamos a un campamento nos quedábamos varias horas tirados en el piso, bajo la sombra de los árboles a espera de que el sol disminuyera su intensidad para poder reincorporarnos y organizar el campamento, preparar algo de comida, etc. Pero valió la pena.

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Espero volver una y otra vez, muchas veces y disfrutar por largo tiempo del extremo occidental de Cuba, un lugar que a pesar de ser bastante inhóspito, es un lugar que definitivamente enamora.